Kíltricas Literarias - Luis Gutiérrez Aliste
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"Un buen verso debería bastar para llenar el océano"
Romero Mora-Caimanque Aguirre
Hace años leía en una banca de la plaza de Temuco la ya desaparecida revista "De la Ausencia", recuerdo que un amigo muy cercano en ese tiempo, había publicado un texto en ella y no hacía sino mostrarla a todo el que pasara delante de sus ojos. Eran otros tiempos, otros rostros y yo veía con gracia aquella astucia de este escritor, que por suerte para él, olvidó el llamado de la escritura. Sin embargo, aquella alegría ajena pronto se transformó en algo muy parecido a la envidia y me movió a escribir.
Mucho tiempo después llegaría a conocer a uno de los artífices de dicha revista literaria, un tal Romero, quién en ese entonces se enfrentaba a la tarea de reunir a los poetas jóvenes de la región de la Araucanía y hacer de ellos una antología. Ahora me parece extraño comentar este asunto tan a la ligera, suelo pensar en lo que hacemos los poetas para tratar de sobrevivir, buscamos la comunidad y tratamos de agradar en profundo a nuestros congéneres con tal de expandir el reino que nos importa. No puedo sino admitir que la batalla es continua y difícil, no siempre somos sofisticados, por el contrario, bestias toscas y malhumoradas, niños bobos jugando dentro del bosque, eso más parecemos, chanchos en el barro. Pero ¿quién era este tipo que quería hacer tamaña labor? La verdad casi no lo sé, lo he visto un par de veces y hemos hablado solo para encontrar nuestras diferencias. Somos incompatibles, porque vemos a la poesía de una manera tan distinta, que parece que habláramos de dos objetos infinitamente distantes. Sin embargo coexistimos con prudencia y diplomacia, contribuyendo en la labor mutua, por respeto a nuestra reina; la poesía.
En una ocasión, tras ya estar creada Ediciones Kuma, sostuve una interesante conversación con el poeta Mora-Caimanque, en la cual me propuso participar de un proyecto editorial que buscaría publicar libros a un bajo costo. La idea me pareció fantástica e ineludiblemente necesaria. Recuerdo un nombre tentativo, "Tortuga", "Samurái" añadí enseguida, aunque Romero dice no recordarlo bien, pero estoy seguro, fue así. La editorial, sin embargo, se levantó sin mi apoyo, no contribuí más que en una conversación sobre el rol de las editoriales y la edición, cuestiones en las que, de nuevo, no estábamos de acuerdo. Tortuga Samurái se posicionó gracias a los esfuerzos personales de Romero, quien ha contribuido en gran manera a las letras regionales, y por que no, a las nacionales. No tengo la menor duda, Tortuga Samurái puede llegar a ser una de las mejores editoriales chilenas, claro, si el viento no devora las esperanzas de su criador. Hoy por hoy, Romero ha publicado a grandes revelaciones de la poesía, incluyéndose entre ellos. Con un formato interesante y una edición fiel a los principios de su director, Tortuga Samurái puede decir que ha cumplido con su propósito.
La poesía de Romero Mora-Caimanque, al menos la que se puede leer en sus recientes publicaciones en editorial Tortuga Samurái, tiene que ver indudablemente con su propia experiencia existencial. Un poeta que mira el mundo, que observa los detalles y se lanza, sin freno aparente, a versificar su visión. Un poeta que ama la poesía y busca a Dios.
Lo que debo rescatar de la primera y segunda entrega de "Motivos, escenas y gorriones", únicos libros que he leído del autor, es la descripción de estos pajarillos, al punto de atreverme a decir, que en el caso de ser exterminado todo rastro de gorrión de la tierra, bastaría leer algunos de estos poemas para detallarlos en su esencia más cotidiana. Lo demás es obvio y otros lo han dicho. Podría por otro lado, señalar lo que no me ha gustado y dar mis justificaciones, evidenciar por ejemplo lo incansable y repetitivo de algunas imágenes, el derroche y la exageración de los detalles innecesarios a mi vista, pero prefiero no caer en esas tonterías. Me reduciré a decir que la poesía de Romero es realista, busca en lo superficial, pero no por eso escasea su mirada profunda, su destello propio. Puede parecernos interesante este punto, la introspección que podemos hacer de lo común y pasajero, de las escenas que se esfuman entre los instantes. Esa es la pequeña fortaleza de su poesía, la fragilidad de cada momento, la sutileza de cada observación.
¿Qué escribir cuando escribimos? ¿la inspiración puede ser una copia de la realidad? ¿la poesía debe ser un hecho del mundo? ¿debe el poeta caminar junto a las piezas que componen lo obvio y soltarlas nuevamente para que otros las vean? No puedo responder ninguna de estas preguntas, lo más claro es que no hay una forma de hacer bien o mal la poesía, solo existe esta suerte de competencia, de esclavitud a la forma que nos manda a pensar el manejo del verso y la imagen, que nos indica tal y tal manera de hacer. No tengo la verdad ni la razón, solo puedo sentarme a imaginar que habitamos momentos tan descartables y pequeños, tan insignificantes y comunes que solo pueden ser vividos como ráfagas sobre las que los gorriones hacen sus juegos.
POEMAS DE ROMERO MORA-CAIMANQUE AGUIRRE
Ventana del escritorio (Quilicura)
La pequeña se sienta en un columpio.
Se columpia. Su parka es rosada.
Su madre mira a su esposo
que intenta elevar un volantín.
Yo miro la escena, mi plaza,
la plaza desde la que me fue dado observar y crecer.
La madre se sienta en un columpio. Se columpia.
El padre eleva el volantín. Yo pienso en el aire
el momento de aire que debe haber
para que al tirar el hilo el volantín
se eleve por la corriente que lo empuja.
La madre lleva un polar rosa,
el gorro en su interior es plomo. Un plomo claro.
El volantín que se elevaba, en picada cae sobre un árbol.
Todo aquél que ha elevado un volantín,
sabe que esto no es motivo alguno para rendirse.
El padre se acerca al árbol. Espera el momento,
el adecuado en que tirar el hilo.
El volantín debe estar cayendo en la dirección correcta.
Entonces tira. Se eleva nuevamente el volantín.
La niña se eleva también del columpio.
Tiene dos o tres años.
Su parka le queda muy grande,
pero es septiembre, mes de viento
y aún de tardes frías, y corre hacia su padre
dejando en el aire toda la ternura, dulzura e inocencia
de sus pequeños pasos en su avanzar incuestionable.
Gorriones: Postales 1
1
En el techo del terminal de Chol-Chol
la malla de alambre está rota,
por ahí entra una pareja de gorriones
a lo que se nota es su hogar.
Primero, el gorrión, que carga ramas secas,
luego la gorrión, que una vez adentro, altiro, rápida
se da una media vuelta y se asoma afuera a observar
mitad por costumbre
mitad por precaución y sana curiosidad
si acaso pudiera verse venir
en el horizonte una visita.
Mira a todos lados,
distraída, copuchando, pensando en otras cosas,
como una madre que solo con la mitad del cuerpo fuera,
desde la puerta de su hogar,
observa un instante el paisaje
luego de despedir a sus hijos que van a la vida.
2
Salta de la escalera de fierro y madera
apoyada en la pared
(la escalera: portátil y de fabricación casera:
fierro y soldadura,
y uno que otro clavo en los peldaños;
y la pared cubierta de latas de zinc en vertical).
Salta un peldaño de la escalera, digo,
y desde el piso toma trigo que yo lancé en la mañana.
Ahora es medio día. El sol todo lo ilumina.
Sus lomos iluminados.
Ella toma semillas, más de una,
y vuelve donde la gorrión
que es más pequeña y más delgada
y menos gris: es su hija.
Y de la boca de su madre
la gorrión pequeña
saca una de las semillas
y aletea fuerte mientras come.
3
Está solitario sobre un fierro de la reja,
y eleva su pata izquierda
queda en un pie
como un acróbata o un guerrero muy entrenado
y con su patita se rasca tras la nuca
como alguien que ha recordado algo muy importante
que casi olvida.
4
Los gorriones se lavan en pequeñas pozas de polvo,
Ellos saben en qué calle, en qué patio, en qué plaza
las encuentran. Van en bandada,
y cada uno espera su turno para entrar.
Entran de a uno.
Hay ansiedad y prisa y reclamos en el ambiente.
Como empollando se instalan en ellas,
notoriamente cómodos,
y agitando sus alas se lavan con el polvo su cuerpo.
de "Motivos, escenas y gorriones: Primera entrega"
Gorriones: fin de un cortejo
Vuelven al mismo árbol,
posados en dos ramas cercanas,
se miran, miran a otras partes:
a todas partes alrededor.
Se nota que andan juntos,
parecen reírse
discutir incluso un poco,
pero cómplices en su joven amor;
es que ella - la gorrión- ya no le aleja.
Saltan los dos, cambiando de rama,
acercándose más, miran hacia el frente,
en diagonal, sus miradas se cruzan
sobre un punto en el aire
¿Conversan o no?
Parecen reírse cómplices,
y luego vuelven en vuelo al cielo
que se extiende sobre todos los hogares de Lanin.
de "Motivos, escenas y gorriones: Segunda entrega"
Romero Mora-Caimanque (San Miguel, 1993). Ha publicado, según sé, "Motivos, escenas y gorriones" primera y segunda entrega en editorial Tortuga Samurái.
(Puedes descargar uno de sus trabajos en el siguiente link)
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